ISABEL

Tuesday, August 29, 2006

MI FOBIA A LOS TELEOBJETIVOS



Todo aquel que me conozca, aunque sea poco, sabe de mi fobia a hacerme fotos. Bueno, a lo mejor la palabra fobia es algo exagerada, mejor diría que no me gusta ser objetivo de ninguna cámara, que me siento incómoda porque conozco los resultados, porque mi autoestima se ve minada cuando alguien me hace una foto y luego me la enseña. Siempre digo eso de " las fotos no me hacen justicia ...", o algo parecido.
Bueno, pues este paparazzi consiguió hacerme una foto uno de mis días de vacaciones en una discoteca en Mojácar. Después de varios intentos en los que yo contesté con negativas, el amigo del paparazzi se agarró a mí y consiguió que posara para una más de sus fotos dentro del album de una fiesta.

Para aquellos que puedan estar interesados en este tipo de eventos, esta es la dirección donde encontrar todas las fotos de esta fiesta, donde pueden ver: mucha gente ebria, mucho tipo que se hace el divertido, miles de guays buscando flashs, muchas niñas que se creen dignas de portadas de revista masculina, otros tantos chicos "moreneados " dispuestos a levantar la lívido a alguna adolescente ( o el asco ), y en fin, todos esos incondicionales, personajes tipo, de cualquier fiesta de verano en la playa.
La fiesta es del día 11 de agosto y tuvo lugar en MOjacar, en el " Paradise club ".
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http://public.synchron-leipzig.de/ ".

Friday, August 18, 2006

CONFUSION

Desde que era pequeña no recuerdo que mis padres me prohibieran hacer muchas cosas, tampoco recuerdo castigos; es más, creo que como éramos tantos hermanos y mis padres no podían atender todas nuestras necesidades debido al exceso de trabajo que tenían y al exceso de atenciones que nosotros requeríamos, optaron por darnos libertad casi absoluta para que creciéramos tomando casi todas nuestras decisiones sin imponérnoslas. No es que se despreocuparan de nosotros, sino que confiaron demasiado en nuestras capacidades, potenciales e inteligencia, lo cual hizo que se desarrollara en nosotros un excesivo sentido de la responsabilidad desde muy pequeños.
Y creo, en honor y respaldada por la experiencia, que fue una buena opción la que adoptaron, pues todos crecimos siguiendo unas pautas básicas pero desarrollando el resto, casi todas las demás, pautas que han regido nuestras vidas de una forma que podríamos decir “ correcta “ y “ normal “.
Pero analizando mi presente, mi más reciente pasado y mis inseguridades futuras, observo que tienen mucho que ver con la educación que ellos me dieron. No les echo la culpa a ellos, en absoluto; eso ya lo hice hasta la saciedad cuando era adolescente y renegada, en la que no entendía mucho aún de la vida. Ahora no les hago responsables de casi nada de lo que me pasa, de lo que soy, de lo que seré. Bueno, solo un poco, pero es inevitable.
Mis fortalezas, mis debilidades y mis carencias tienen mucho que ver con aquello.
Me crié pensando que yo era el centro de mi poder, que yo tenía la solución a todos y cada uno de mis problemas; me crié pensando la mayor parte del tiempo más en procurar el bienestar de los demás que en el mío propio, eso es algo muy cristiano, aunque mis padres no hayan sido precisamente fieles devotos de la “ Santa Madre Iglesia “. Me crié con un gran sentido de la obligación, de que tenía que hacer las cosas bien, porque podía hacerlas bien y porque podía. De la misma forma no crecí dentro de la cultura conductista de la que disfrutaron muchos de mis amigos, aquella de la gratificación con regalos por notas y similares. Mis padres siempre entendieron que estudiar era únicamente mi obligación, que ellos no me imponían nada, que yo era la responsable de mis actos, que estos repercutían únicamente en mí; y creció en mi un sentido de responsabilidad, voluntad y sobre todo culpabilidad que hasta hoy perdura. Mi conciencia creció al ritmo de mis años.
Hubo un tiempo en que pensé que todo, todo, todo, dependía de mí, de mis decisiones, de lo que yo había hecho ..... que nada tenía que ver con ningún agente externo que no fuera yo. Y eso hacía que la presión ante cualquier decisión a tomar fuera inmensa, y el sentimiento de culpabilidad y deber eran inmensos, a veces casi insoportables. Era una niña mala si no hacía ciertas cosas ( pero no en el sentido cristiano, sino en el sentido mas humano, social, familiar, ....), más bien estúpida.
Me acostumbre también a que me dijeran que tenía grandes capacidades y dotes para hacer lo que quisiera, como el resto de mis hermanos. Y las comparaciones fueron a veces odiosas y sirvieron en ocasiones de excusa para mis recelos, de punto de arranque para hacer precisamente lo contrario y sentirme así diferente. Fui durante un tiempo, que aún creo arrastro, una “ rebelde sin causa “: quizá sólo quería llamar la atención de mis padres en una casa en la que el ruido era la banda sonora del día a día.
Me acostumbre a que me dijeran que era buena, a veces la mejor, que era lista, inteligente, guapa, simpática ..... en fin, todas esas cosas que a uno le encanta escuchar ..... pero que con el tiempo se da cuenta que no encajan en una, bueno, sólo con matices.
Y ahora eso me pasa factura, porque sigo queriendo ser todo lo buena que tengo que ser. Me debato a diario entro “ lo que debo “ y “ lo que quiero “ hacer; me corroe la rabia de la conciencia por dentro cuando algo que quiero no sale, cuando la gente no cumple mis expectativas, o cuando no las cumplo yo conmigo misma o con los demás; y entonces no sé si debo abroncarme, enfadarme con los demás o ser más benévola. No sé dónde están los límites, dónde las pautas de lo bien y lo mal hecho.
Entonces callo y peleo conmigo misma. Soy demasiado autocrítica y me martirizo hasta la extenuación hasta que oigo dentro de mi un grito de “ BASTA “ y dejo de flagelarme. Analizo, reanalizo y desmigajo mis decisiones y acciones para ver qué hice mal, que hice bien y como puedo solucionar ciertos entuertos, cosas que no me gustan de mi ni de los demás.
¿ Soy demasiado exigente o quizás más estúpida de lo que creo ?
Y me descubro llorando en silencio en el sofá de mi casa de alquiler, o en el rincón derecho de mi cama. Llorando como hacía cuando era una niña, una adolescente, disfrutando a veces de mi victimismo, de mi estupidez, de mi ignorancia y debilidad para llevar mi vida hacia delante sabiéndome perdonar a mi misma y a los demás.
La madurez, con lo que quiera que eso signifique, pasea delante de mis ojos de forma intermitente, nómada, no quiere ser sedentaria. A veces se lo agradezco, pues me hace sentir, los días que la echo en falta o simplemente la ignoro, algo más niña y feliz. Pero otras la odio, porque significa que debo conocer el sentido pleno de la palabra “ responsabilidad “, y eso me da pánico, porque me hace un poquito menos feliz, menos inocente, menos fresca ..... A veces quiero que alguien me diga lo que debo hacer.No hay día que no pase por mi cabeza una palabra: “ asunción “, y otra ligada a ella “ querer, amar “, de forma que concluyan en un “ asumirse y aceptarme para quererme y amarme “..... y por supuesto ser feliz, que es mi único objetivo en esta vida.